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Virgen de Fátima

Primero, debe notarse que de acuerdo al testimonio de la Sagrada Escritura cada cristiano es un santo. El Nuevo Testamento Griego habla en muchos lugares del hagios (Hch. 9, 32; Rm. 15, 25-31;Ef.1,1; Col. 1, 2; Judas 1, 3 y otros). La Vulgata Latina habla del sancti, que es interpretada en algunas traducciones como los santos y en otros como los beatos. Como San Pedro le dice a los cristianos, "vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquél que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz". Los santos son ungidos por Dios a través del Bautismo, llenos de su vida Divina (el Reino de Dios dentro de nosotros), y llamados a anunciar la presencia de este Reino en el mundo a toda la raza humana. Así es que en el uso de las Escrituras todos aquellos bautizados en Cristo y en el estado de gracia se pueden llamar con razón santos.
En otro sentido, más estricto y más técnico, los santos son aquellos en quiénes no sólo ha comenzado la victoria de Cristo sobre el pecado, el demonio y la muerte, como en nosotros, sino que ha sido culminada. Este es el caso cuando la vida mundana terrenal se termina y la vida de santidad es alcanzada en nuestro peregrinar hacia el cielo. Aún cuando se afirma que nadie es bueno, sólo Dios (Mt. 19, 17), Cristo nos llamó a la perfección en bondad, de santidad, "sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt. 5, 48 y 19, 21; Col. 4, 12; Santiago 1,4), ya que nada imperfecto entrará al cielo (Apoc. 21, 27).





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